En un mundo cada vez más comunicado y con tanta diversidad de agentes en el mundo de la moda, cada vez es más difícil ser original. ¿O no? La clave está en el primer paso a la hora de diseñar: la búsqueda de inspiración.
Toda la colección dependerá y estará condicionada por la fuente de inspiración que hayamos encontrado. Cualquier cosa puede inspirarnos: la naturaleza, una tapicería antigua, la estética de una película, un recuerdo, un olor, una obra artística, la decoración de un hotel, la vestimenta de una tribu urbana… Pero hay que tener cuidado con Internet: si, incluso inconscientemente, por el camino vemos diseños de otros diseñadores, podemos acabar copiando y la originalidad habrá llegado a su fin.
He visto a diseñadores directamente ojeando revistas de colecciones pasadas (de los años 90, 80, etc) para crear su nueva colección, con lo que, en realidad, no están «creando» nada nuevo. Si llega el punto en el que la imaginación nos ha abandonado, lo mejor es a un lugar nuevo, ver una exposición que nunca hubiésemos contemplado, etc. pero al ver colecciones diseñadas ya por otros compañeros de profesión, no estaremos haciendo más sino copiando.